Historicas

María Cambrils. El despertar del feminismo socialista / Rosa Solbes, Ana Aguado y J. Miquel Almela

María Cambrils. El despertar del feminismo socialista / Rosa Solbes, Ana Aguado y J. Miquel Almela

La monografía reúne biografía, textos y contextos de María Cambrils, una escritora tan valorada en su momento como olvidada después. La obra recoge por primera vez la vida, el pensamiento y las propuestas de la valenciana María Cambrils (1877-1939), una de las impulsoras del feminismo desde el punto de vista teórico dentro del socialismo en la España de principios del siglo XX y cuya figura es prácticamente desconocida por el público.


María Cambrils Sendra (El Cabañal,Valencia, 1877-Pego 1939) fue durante muchos años militante de hierro, articulista incansable, valerosa polemista y autora de una de las “biblias” de la liberación de la mujer: ‘Feminismo Socialista’, modesto volumen editado a sus expensas en Valencia, el año 1925 y dedicado a Pablo Iglesias, al que consideraba “venerable maestro”. Una mujer generosa y entusiasta que destinó la recaudación a financiar la imprenta de El Socialista y la nota introductoria a conminar: “Todo hombre que adquiera y lea este libro deberá facilitar su lectura a las mujeres de su familia y de sus amistades, pues con ello contribuirá a la difusión de los principios que conviene conozca la mujer en bien de las libertades ciudadanas”.
Clara Campoamor la elogió: “Este libro es algo más que ‘un ariete contra la opresión masculina y las mentiras convencionales’ porque no solo ataca, sino que llama a la lucha y conforta en ella
Cierto que algunas historiadoras especializadas en los estudios de género la habían incluido en sus trabajos, siempre en referencia al mencionado volumen, pero sin más datos sobre su vida o el resto de su obra, hasta hace poco ignorados u olvidados. Como Mary Nash y la propia co-autora de esta monografía, Ana Aguado.
No sería arriesgado pensar que Cambrils y Campoamor ni siquiera se llegaran a conocer personalmente, y desde luego nunca formaron parte del mismo partido, aunque sus coincidencias fueron muchas en el terreno del feminismo, y su respeto mutuo incuestionable. Aquí hay que destacar que la radicalidad y el apasionamiento con que María defendía sus tesis nunca le inspiró sectarismo alguno, ni le impidió reconocer los méritos de tantas figuras destacadas que trabajaban en campos bien distintos y mantenían ideologías diversas. Todo lo contrario, en algunos de sus artículos realiza auténticos catálogos de mujeres que consideraba habían sido o eran importantes para el progreso de la Humanidad.
Registros y censos  han guiado, la reconstrucción de la peripecia vital de esta mujer que llegaría a formar parte de la élite intelectual obrera a través de un proceso de aprendizaje absolutamente autodidacta. Hija de obrero y de madre analfabeta, emigrados desde Pego a Valencia, llegó a ser durante los años 20 prácticamente la única columnista habitual de El Socialista, firmando artículos que se insertaban junto a los del mismo Pablo Iglesias, Julian Besterio, Andrés Saborit, Indalecio Prieto o Largo Caballero. También colaboró con otras cabeceras de prensa obrera y republicana como ‘El Pueblo’, ‘El obrero’ de Elche, Revista Popular, El Obrero Balear, El Popular, El Mundo Obrero, La Voz del Trabajo… Y han sido sus propias colaboraciones las que han aportado indicios ciertamente sorprendentes.
María Cambrils nunca pretendió “contar su vida” en tales escritos, pero algunas pistas se le acababan deslizando entre las argumentaciones contra el “feminismo catequista”. Azote de prejuicios religiosos y de “el hermetismo confesional”, resulta que ella, descaradamente anticlerical, recuerda su “vida conventual” y maneja textos religiosos con una solvencia pasmosa, dejando siempre bien claro que a su entender nada quedaba del espíritu compasivo del viejo cristianismo defensor de los más débiles, de la esencia ideal que formuló “El Crucificado”. Sus códigos morales son La Biblia y las Cartas de Santa Teresa de Jesús. Pero también El Capital de Marx. Todo lo cual nos lleva a concluir que la escritora feminista pudo haber sido monja durante una temporada, tras enviudar muy joven de José Martínez Dols, sin que hayamos podido localizar tiempo y lugar, ni mucho menos los vericuetos que la llevaron a emparejarse después con un antiguo anarquista murciano mudado en socialista radical.
Sí cuenta, en cambio, que lecturas y charlas con una vecina en Valencia le abrieron los ojos hacia la doctrina de la redención proletaria y el papel que las mujeres habían de tener en ella. Muy inspirada por Bebel, escribe: “las mujeres obreras españolas no podemos olvidar que la única fuerza política de solvencia moral francamente defensora del feminismo es el socialismo”. Tras insistir en la necesaria vinculación entre feminismo y socialismo, planta cara a la misoginia obrera, defiende el voto de las mujeres, y reprocha a muchos compañeros que nunca se hayan preocupado por la igualdad, por la formación de sus parejas e hijas, y que no luchen por el derecho al sufragio: “La mujer moderna aspira a coparticipar del derecho, no a imponerse, como sostienen caprichosamente los enemigos del feminismo. No queremos piedad sino justicia”.
Además del voto femenino y del papel de la Iglesia, temas recurrentes en sus artículos son la enseñanza, la maternidad, la investigación de la paternidad, el “feudalismo agrícola”, el antifeminismo disfrazado, el divorcio, los avances y los problemas de las mujeres en otros lugares del mundo, la organización femenina. Maneja un léxico sumamente personal y una prosa no exenta de sentido del humor, pero muy contundente, sin miedo a la confrontación dialéctica sean sus contrincantes hombres o mujeres, “consagrados” o desconocidos. Unas son “sabias de cíngulo y de pan comer”, otros “clerocatequistas” o “gansos de pluma estilográfica”. Marañón es “pigmeo y liliputiense” y el doctor Bartual, defensor de “ese enorme sofisma de la craneología comparada” merece una tunda verbal por sus conferencias sobre la inferioridad del cerebro femenino: “Cree el eminente laringólogo -creencia que consideramos producto de un desconocimiento absoluto de la realidad económica- que la razón de las desigualdades civiles entre los sexos tiene su pie forzado en diferencias establecidas por la Naturaleza”.
Nuestra autora representó un punto de inflexión clave en la formulación de los planteamientos igualitarios y feministas en el seno del socialismo del primer tercio del siglo XX en España, y es por ello por lo que la Universidad de Valencia aceptó editar la monografía. Se reúnen en ella más de un centenar de artículos publicados entre 1924 y 1934, una reedición del libro ‘Feminismo Socialista’, una aproximación biográfica, un análisis histórico y otros materiales documentales. Y un prólogo de Carmen Alborch, en el que muestra su extrañeza por el olvido en torno a esta importante figura: “Cuanto más sabemos, más nos indignan estas ausencias, los silencios. Y más nos afianzamos en la idea de que es necesario hacer historia, memoria, tener memoria política. Incluir a las mujeres como sujetos de la historia, desvelar y publicitar en los espacios educativos y de divulgación, utilizando las redes y las nuevas tecnologías, también el patrimonio en femenino. Porque es patrimonio de la humanidad y como tal hay que conocerlo, reconocerlo, y conservarlo”
 
***Fuente: www.llibresvalencians.com/Joan-Miquel-Almela-Cots_va_17_109_0.html
***Fuente:  www.feministasvalencianas.wordpress.com/rosa-solbes/   
***Fuente http://gehtid.blogs.uv.es/ana-aguado-higon/   

La loca del desván / Sandra M. Gilbert y Susan Gubar

La loca del desván / Sandra M. Gilbert y Susan Gubar

Sandra M. Gilbert y Susan Gubar ofrecen con este texto una atrevida y novedosa interpretación de las grandes escritoras del siglo XIX, y al hacerlo así, presentan la primera demostración de la existencia de una imaginación claramente femenina.


Este libro surgió de un curso impartido por ambas autoras en el que al leer lo que escribieron las mujeres, desde Jane Austen y Charlotte Brontë hasta Emily Dickinson, Virginia Woolf y Silvia Plath, se sorprendieron por la consistencia de temas e imágenes que se hallaban en las obras de escritoras con frecuencia distantes unas de oras geográfica, histórica y psicológicamente. Incluso al estudiar sus logros en géneros radicalmente diferentes, descubrieron lo que comenzó a parecer una tradición literaria manifiestamente femenina, una tradición abordada y apreciada por muchas lectoras y escritoras, pero que nadie había definido aún en su totalidad. Imágenes de encierro y fuga, fantasías en las que dobles locas hacían de sustitutas asociales de “yoes” dóciles, metáforas de incomodidad física manifestada en paisajes congelados e interiores ardientes: estos modelos reaparecían a lo largo de toda esta tradición, junto con las descripciones obsesivas de enfermedades como la anorexia, la agorafobia y la claustrofobia.
Las autoras proponen una serie de preguntas, como punto de partida de su crítica en la que hacen un recorrido por la situación de la mujer literata del siglo pasado:
    ¿ Dónde deja  a la mujer literata una teoría de la literatura implícita o explícitamente patriarcal?
    ¿ qué significa ser una mujer escritora en una cultura cuyas definiciones fundamentales de la autoridad literaria son franca o encubiertamente patriarcales?
    ¿Cómo influyen en los modos que estas prueban la pluma?
    ¿Cómo afectan las advertencias patriarcales en la voz de la escritora?
    ¿Trata ella de sonar como la voz masculina, imitando su tono, sus inflexiones, sus expresiones, su punto de  vista?
    ¿ Le ' responde ' con su propio vocabulario, su propio timbre, insistiendo en el punto de vista propio?
CONCLUSIÓN: 
    " Si las mujeres contemporáneas sí prueban ya la pluma con energía y autoridad, sólo son capaces de hacerlo porque sus antepasadas de los siglos XVIII y XIX lucharon en un aislamiento que sintieron como enfermedad, una enajenación que sintieron como locura, una oscuridad que sintieron como parálisis, para superar la ansiedad de la autoría que era endémica en su subcultura literaria "
    " La literata siempre ha afrontado oposiciones igualmente degradantes cuando ha tenido que definir su presencia pública en el mundo [ ... ] como observó Woolf, la escritora parece encerrada en un doble y desconcertante brete: tenía que escoger entre admitir que ' sólo era una mujer ' o reclamar que ' era tan buena como un hombre  '  ".
    " George Sand ( y siguiéndola ) George Eliot utilizaron con gran fama una especie de encarnación masculina para conseguir que los hombres aceptaran su seriedad intelectual "
¿Cómo podría existir una gran tradición de literatura escrita por mujeres?
    " Existe una tradición que abarca esencialmente las obras de las escritoras del  S.XIX que hallaron modos viables de sortear las estrategias problemáticas " 
    " En la literatura escrita por mujeres, la loca no es simplemente, como podría serlo en la literatura masculina, una antagonista o enemiga de la heroína. Más bien suele ser en cierto modo la doble de la autora, una imagen de su ansiedad y furia ". 
Esta obra fue finalista del Premio Pulitzer en el apartado de no ficción en 1980 y Premio Nacional de la Crítica Literaria en 1979, este exhaustivo y original manual de literatura de escritoras del XIX se ha convertido en un texto clásico y de obligada lectura.
 
***Fuente: http://mural.uv.es/teloro/feminismo.html
 
 

A la sombra de Lilith / Carmen Posadas y Sophie Courgeon.

A la sombra de Lilith / Carmen Posadas y Sophie Courgeon.

Carmen Posadas y Sophie Courgeon se han atrevido a desmontar en A la sombra de Lilith, ese postulado bíblico que hace de Eva la madre del mundo y de la mujer, el origen de todos los males.

Carmen Posadas y Sophie Courgeon se han atrevido a desmontar en A la sombra de Lilith, ese postulado bíblico que hace de Eva la madre del mundo y de la mujer, el origen de todos los males.
Lilith, la primera mujer de Adán según la leyenda judía, acabó marchándose del paraíso porque no quiso someterse a las imposiciones de Adán. Y a Lilith, símbolo de la libertad, de la fecundidad, germen de la Gran Madre de las civilizaciones antiguas, recurren Carmen Posadas y Sophie Courgeon para lanzar este alegato en favor de la igualdad entre el hombre y la mujer, que es también el anuncio del amanecer de una nueva era en la que las mujeres están recuperando el brío independiente y rebelde de Lilith, abandonado para siempre la sombra de la “Eva sumisa, Eva silenciada, Eva encadenada”.
Porque “no lo olvidemos –dicen las autoras–: no somos hijas de Eva, somos hijas de Lilith”. Eva fue la mayor impostura de todos los tiempos. Los hombres la impusieron, y con ella la “inferioridad natural” de la mujer, se proclamaron superiores e impusieron su supremacía en todo el planeta. Aunque minoritarias, las hijas de Lilith no desaparecieron. Las hubo, muy escasas, que impusieron su sello en el mundo porque el destino o el azar las puso al lado de hombres poderosos”.
En “A la sombra de Lilith: en busca de la igualdad perdida”, las autoras comparten un revelador ensayo sobre el origen del modelo patriarcal, su agotamiento y el nuevo papel de la mujer en la sociedad moderna.
Partiendo de una libre interpretación de los mitos bíblicos, las autores confirman el origen eminentemente cultural de los modelos de convivencia machistas, sustentados en apócrifos supuestos de superioridad masculina.
Renunciando a tentaciones feministas, las ensayistas exploran los territorios de la mitología dominante en la materia, sobre la que reposó durante siglos- la tesis sustentadora de la hegemonía masculina.
El trabajo confirma que una de las primeras concepciones que el propio avance de la ciencia demolió, es el relativo a la relación entre las dimensiones del cerebro y el cociente intelectual de los individuos.
Sin renunciar a la ironía y la mordacidad, Posadas y Courgeon explican el fundamento original de este aberrante sofisma que, con el tiempo, desapareció como fuente de legitimación de la presunta supremacía del hombre sobre la mujer.
Las escritoras sostienen su discurso crítico en las obvias diferencias entre ambos sexos, aunque desestiman que ellas justifiquen eventuales desigualdades.
Invocando explicaciones científicas cuyo rigor está sin dudas avalado por especialistas, el libro abunda en explicaciones en torno a la crucial incidencia de las hormonas en la determinación del sexo e incluso en cualidades y características inherentes al género.
Además, las autoras establecen las diversas relaciones de causalidad existentes entre la herencia genética asociada al sexo y la teoría de aprendizaje social, que determinan una mayor inclinación del hombre hacia el cálculo matemático y la ciencias duras y una cualidad más desarrollada en la mujer para el lenguaje y la creación artística.
Obviamente, ambas investigadores analizan la crucial incidencia del conocimiento empírico en las conductas masculinas y femeninas, sin desestimar el componente genético en la materia.
Citando escritos y testimonios de célebres pensadores muy respetados, Carmen Posadas y Sophie Courgeon reafirman cómo la permanente apología del macho fue edificando el modelo patriarcal que se consolidó con el devenir de los siglos.
La pesquisa desarrollada por ambas escritoras coadyuva a la construcción de nuevas y revulsivas hipótesis, nacidas a la luz de revelaciones que reivindican el papel de la mujer durante los primeros tramos de la prehistoria.
Partiendo de esas investigaciones, la obra sostiene la teoría del matriarcado ancestral, que confirma la existencia de una cultura de convivencia que precedió al patriarcado convencional.
En efecto, en tiempos en que la especia humana desarrollaba un nomadismo a la intemperie, las mujeres se dedicaban particularmente a la recolección de frutos silvestres. Sin embargo, en ausencia de los hombres que salían a cazar, ejercían un indudable dominio sobre el espacio comunitario.
Ese privilegio de detentar el poder y el control de las primeras sociedades humanas, cesó con la adquisición de los hábitos sedentarios impuestos por la agricultura.
Ese fue, según las autoras, el principio del fin del incipiente matriarcado prehistórico y el comienzo de una relación de subordinación.
La tesis sostiene que el origen de la hegemonía masculina se sitúa en el período neolítico, se consolida en la denominada edad de los metales y se institucionaliza definitivamente en la antigüedad.
Dos elementos sin dudas determinantes para el nacimiento del nuevo modelo de convivencia, fueron la propiedad privada de la tierra y las guerras de conquista, que fortalecieron considerablemente el poder del hombre.
En el decurso de este documentado libro, las escritoras corroboran que la génesis de la sumisión de la mujer a la voluntad autoritaria del varón encuentra también abundantes sustentos en la filosofía de la Grecia clásica.
Aristóteles, admirado en muchos casos por la lucidez y amplitud de su pensamiento fue, en cambio, un misógino exacerbado, que proclamó un discurso salvajemente discriminatorio. Siempre minimizó el papel de la mujer, a la que asignaba el mero rol de hembra reproductora.
Incluso, el filósofo cometió el desaguisado de definir a las niñas que nacían como “machos mutilados”, en una afirmación que no resiste el menor análisis a excepción del rechazo.
Este trabajo demuestra, además, que también las religiones judeocristianas tuvieron particular incidencia en la construcción del mito de la superioridad masculina.
La exaltación de un dios todopoderoso que infunde temor a sus fieles y gobierna sus voluntades, es también una reproducción de la flagrante relación de desigualdad de género.
Las autoras confirman, sin lugar a dudas, que tanto la mitología griega como los cultos monoteístas, consideraban a la mujer como “impura” e “imperfecta”. También la acusaban de “lasciva”, “falsa” y “engañosa” y la responsabilizaban por los pecados del hombre.
Las agudas investigadoras escrutan pormenorizadamente la historia, para fustigar la perdurabilidad del intolerante modelo patriarcal.
Este proceso conoció numerosos altibajos en el devenir del tiempo que coincidieron con guerras y revoluciones, circunstancias excepcionales que permitieron un mayor protagonismo de la mujer, por la partida del hombre al frente de batalla.
Sin embargo, pasadas estas situaciones de excepción, ambos sexos retomaban sus roles habituales, institucionalizados por un statu quo de subordinación que perduró durante siglos. Hoy, felizmente, por lo menos en Occidente, el modelo exhibe visibles síntomas de agotamiento.
En una postura sin dudas muy personal, las autoras critican ácidamente al instituto del matrimonio, que, en muchos casos, legaliza la hegemonías masculina.
En tal sentido, destacan la evolución en la valoración de las solteras, de un pasado remoto en el que eran consideradas díscolas e inadaptadas, a la imagen actual asociada a la libertad y la emancipación.
Renunciando a eventuales abordajes complacientes, Posadas y Courgeon afirman que la mujer ha sido víctima pero también cómplice del hombre, por celebrar alianzas de mutua conveniencia que le permitieron gozar de privilegios y hasta compartir el poder.
Para afirmar esta tesis, en la segunda mitad de este libro, las narraciones reconstruyen, brevemente, biografías de doce relevantes mujeres que, en más de un aspecto, gobernaron entre bambalinas.
Entre las historias más relevantes destacamos particularmente la de Livia Drusilla, esposa del emperador romano Octavio, cuya influencia sobre el gobernante fue determinante para el futuro de la más poderosa civilización del mundo antiguo.
Otro personaje femenino sin dudas relevante fue Teodora, la compañera del emperador bizantino Justiniano. Esta mujer de origen humilde que sobrevivió a su pobreza mediante el ejercicio de la prostitución, fue un auténtico sostén del poder de su esposo.
Sin embargo, también fue responsable de brutales actos de represión de opositores que intentaban apropiarse del gobierno.
Entre la selección de mujeres evocadas en este libro, sobresalen también Malinche, la princesa maya amante del conquistador Hernán Cortés, Roxelana, que reinó junto al poderoso Solimán, la revolucionaria francesa conocida como Madame Roland, cuya cabeza cayó bajo el filo de la guillotina, Jiang Qing, la esposa de Mao, y, naturalmente, Eva Duarte de Perón.
La alusión a estas y otras protagonistas tiene un doble propósito: reivindicar a mujeres que sobresalieron en un mundo gobernado por hombres y demostrar que, en muchos casos, el sexo femenino también asumió el papel de victimario.
Carmen Posadas y Sophie Courgeon, han desplegado en este apasionante trayecto por la historia de la mujer, desde el Neolítico hasta los movimientos emancipadores del siglo XIX, una notable prosa, que hace que A la sombra de Lilith se convierta también en una narración fresca, ágil y original. Escrita, además, con un sólido armazón documental y la convicción de que el cambio de los roles de hombres y mujeres es posible.
En este revelador ensayo, construyen un sólido alegato que apunta a reposicionar a la mujer en el mapa de la sociedad.
 
***Fuente: www.carmenposadas.net/
***Fuente: www.lr21.com.uy/

Beatriz y la loba / Concha López Llamas

Beatriz y la loba / Concha López Llamas

Desde niña he sentido especial atracción por los lobos. Siempre he deseado su cercanía y hasta su encuentro en el bosque, a solas. Saberme parte de su tierra me ha dado el punto de salvajismo que me conecta con la Madre, me renueva y me revitaliza. Qué mejor para las hembras de homo sapiens que experimentan violencia de género, pensé, que impregnarse de la energía de estos seres indómitos y sabios, afectados de violencia de especie y no por ello resignados a ser exterminados y sometidos.

Trotar sobre sus grupas les dará claves para derribar sus torres de cristal, cárceles del yo edificadas sobre cimientos de humillaciones y miedos. 
 
Con estas palabras abre Concha López Llamas las notas de “Beatriz y la loba” (Bohodón Ediciones, 2014), novela en la que Beatriz, una joven zamorana, y Oak, una lobezna nacida en la Sierra de la Cabrera, pierden a la vez los sustentos necesarios para la vida: hábitat, familia, alimento y trabajo. En el trayecto vital que realiza cada hembra para sobrevivir, se van definiendo aspectos esenciales de la cultura de cada especie y de los efectos generados por la interacción de ambas. La obra que ponen sobre la mesa las violencias de los hombres sobre las mujeres y de la especie humana (particularmente de los varones, todo hay que decirlo) sobre los lobos.
Es demoledor asistir al escenario que crea la autora a partir de esa realidad que comparten las dos hembras en el relato (Oak la loba y Beatriz, una mujer víctima de un marido y un padre maltratadores) e ir desgranando página tras página la denuncia de la violencia per se como instrumento de dominación y sumisión, así como la criminalización de las culturas ancestrales, que el modelo de sociedad moderna noroccidental fagocita a un ritmo muy rápido para amortizar en términos de rentabilidad económica cualquier atisbo de diversidad.
Aparecen personajes como Santiago (marido de Beatriz) y como Severino (abuelo de Santiago),  y como tantos otros humanos que habían hecho del lobo y de la mujer el locus donde desarrollar la agresividad, expresión de insatisfacción eterna, de desconfianza sembrada en el otro, de miedos atávicos, de inseguridad en sí mismos.
¿Podemos convivir los animales humanos con los animales no humanos? ¿Podemos convivir humanos y lobos? La novela recoge opiniones diversas (favorables, contrarias, matizadas) en relación a la segunda pregunta, como la de un personaje real, el conocido naturalista Benigno Varillas, que habla por la radio:
Entonces, según lo que usted promueve con su Proyecto Carne de lobo, los ganaderos y los lobos pueden coexistir en castilla y león a pesar de ser la comunidad más lobera de España… Claro que sí, -contestó Benigno Varillas- conocido defensor de la naturaleza y promotor de desarrollo rural. Con este proyecto se pretende revalorizar la figura del pastor, que pasaría a ser, además de ganadero, productor de biodiversidad y gestor de espacios naturales…
 
En “Beatriz y la loba” se habla del poder terapéutico de la naturaleza, que repara, al menos en parte, el daño que produce en Beatriz su marido y, de manera progresiva, proporciona seguridad a la protagonista humana de la novela. Pero la naturaleza de la comarca zamorana de La Carballeda es mucho más que un simple marco, es coprotagonista de la novela.
Pareciese que sus pies no se regían por la cabeza, sino por alguna parte desconocida de su cuerpo empeñada en hacerla vagar por aquellos montes primitivos. La sonrisa interior no se hizo esperar, y le llenó el pecho de una felicidad que no encontraba límite…
Mucho estaban aportando en aquel cambio de actitud sus andanzas por el monte, a espaldas de su marido, cuando cada día transgredía lo establecido al salirse de los caminos marcados para explorar su mundo interior… Cada vez que Beatriz lograba abrirse paso entre los jóvenes robles enmarañados, por muy compleja que fuera su red, las firmes argollas que arrastraban sus pies se debilitaban…
 
 La novela plantea también una reivindicación del mundo rural, que incluye todo un trabajo de recogida del habla local de esa comarca zamorana, que se integra en el texto de la novela (y clarifica con notas a pie de página);  abundan expresiones coloquiales,  nombres locales de plantas, de aperos de labranza, de elementos de la arquitectura popular etc.
 
Era la única de aquel entorno en la que dos grades traveseros, situados a ambos lados de la puerta de entrada recibían el doble abrigo de un viejo corredor y de los muros laterales del edificio, prolongados más allá de los límites de la fachada principal. Una vieja manzanal, en una de las esquinas, confiaba buena parte de sus frutos al entarimado del sobrao…
 
Hay que citar la proximidad como herramienta de resiliencia, de supervivencia. En el caso de Beatriz los lazos que mantiene con su amiga Lucía, pero sobre todo ese fed back, que preside una buena parte del relato, con el abuelo Manuel. Y qué decir de la trayectoria de la comunidad lobera, sin la proximidad que mantienen sus congéneres sería imposible su supervivencia, ya de por sí complicada por al tener que compartir su espacio con el ser humano y las disrupciones que ocasiona esta cohabitación.
Es curiosa también la conexión que establece la figura del abuelo Manuel como transmisor de cultura rural y afectos hacía Beatriz, y que corre paralelo en el relato al personaje del lobo viejo, Vecio, que primero acompaña a la loba Oak y que luego encontrará su lugar como cuidador de sus crías en el seno de la comunidad gregaria de los lobos. Una labor de recuperación de la memoria histórica que pone en valor las historias y experiencias personales de agricultores y agricultoras muy mayores y el formidable caudal de conocimientos, absolutamente indispensables para entender la compleja matriz de estos paisajes culturales y que sobre todo en el caso de las mujeres ha sido históricamente silenciado, sin reconocimiento, ni valor social ni económico como expresa con enorme crudeza y abnegación el personaje de la abuela de Santiago, Francisca la mujer de Severino, en esta novela. No se puede pensar en el futuro sin establecer un diálogo entre el pasado y el presente como bien demuestra este relato.
 
Beatriz y la loba, es en su conjunto un grito de denuncia pero también un canto a la dignificación de la vida y de la memoria, a la posibilidad de transformar el dolor, y al impulso de un paradigma que sea alternativa al actual modelo de deterioro ecológico y social.
Un nuevo modelo que precisa de una vocación de análisis holístico para todos los procesos que lo conforman. Un modelo que, en su sentido más amplio, sea capaz de analizar, investigar, considerar e integrar….sobre todo en el caso de los espacios naturales, pues…desde las características del suelo, los ciclos minerales, las transformaciones de energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas COMO UN TODO.
No separar unas partes de otras porque en realidad nos unen relaciones de interdependencia y si se daña una parte del sistema, el resto resulta dañado a corto, medio o largo plazo. El suelo, las plantas, los animales, las personas, las comunidades de cualquier tipo formamos parte de una unidad cuyo centro debe estar ocupado por la vida, presidido por el equilibrio en las relaciones y la equidad de género.
A grandes rasgos esa es la esencia de la visión eco feminista que preside este libro, este trabajo maravilloso, fácil de seguir, de lectura más que aconsejable y que supone un ejercicio de introspección, pero no sólo hacía a dentro, no solo hacía las miserias humanas sino también hacia afuera en un contexto más holístico como decía antes, más global, de lo que significa nuestra influencia en el entorno
 
***Fuente: https://ecoclubdelectura.wordpress.com/   

La mística de la feminidad / Betty Fiedan

La mística de la feminidad / Betty Fiedan

La mística de la feminidad, fue publicada en Estados Unidos en 1963 y ganó el premio Pulitzer en 1964. Este revolucionario ensayo "cambió la vida" de muchas mujeres A menudo se compara, por su fuerza y capacidad de penetración, con El segundo sexo, la obra de la otra gran feminista de la llamada segunda ola, la pensadora existencialista Simone de Beauvoir. Ambas obras pertenecen a momentos y ámbitos diferentes, pero han marcado de forma indeleble el feminismo occidental.


La mística de la feminidad, una obra que continúa la tradición del feminismo liberal occidental que se remonta al pensamiento de Mary Wollstonecraft y de John Stuart Mili, y cuyo objetivo principal fue la extensión de los principios ilustrados a las mujeres, es decir, la reivindicación de su igualdad jurídica con los hombres.
 Se sitúa el contexto ya legalmente paritario de los Estados Unidos en los años 60 y 70, una paridad que se obtuvo tras las acciones de las sufragistas (especialmente Susan Anthony, Elisabeth Stanton y Lucy Stone), Friedan reafirma la necesidad de una educación para las mujeres que les ofrezca la posibilidad de realizar sus plenas potencialidades fuera de la esfera doméstica. Denuncia, pues, la desigualdad no tanto legal sino factual de oportunidades entre hombres y mujeres, la disyunción entre la supuesta objetividad institucional o la igualdad formal de derechos y los prejuicios que de hecho funcionaban en toda la sociedad y la consiguiente desigualdad real de género. La diferencia, pues, estriba en que Friedan percibe cómo el imaginario social socava los logros de una organización civil paritaria y se preocupa por individuar cuáles son esos elementos del imaginario orientados a conservar la imagen tradicional de las mujeres.
En su libro, Friedan analiza minuciosamente un malestar que afectaba a las mujeres estadounidenses de clase media cuyas causas y mecanismos eran todavía desconocidos. Tanto, que este malestar empezó a ser individualizado como "el problema que no tiene nombre" (the problem that has no namé). Pronto Friedan identificaría en la "la mística de la feminidad" los discursos que subyacían a esa dolorosa e innombrada experiencia: la mística de la feminidad es un modelo educativo difundido como paradigma imperante después de la Segunda Guerra Mundial que preconiza la vuelta de las mujeres al hogar como el sitio donde verdadera y felizmente podrían realizarse. Esta mística de la feminidad es uno de los elementos reaccionarios que han aparecido como respuesta a la movilidad y visibilidad que las mujeres adquirieron en la esfera pública durante la Segunda Guerra Mundial. Dicha involución del lugar político y social de las mujeres será un fenómeno común a todo occidente: una vez finalizadas las guerras, y a pesar de que las mujeres habían desempeñado en ellas papeles de gran importancia, tanto en la retaguardia como en primera línea, las mujeres experimentan un retroceso tanto en su valoración social como en sus posibilidades de participación en el espacio público.
El modo en que Friedan desenmascara la lógica que opera bajo esta mística hizo de su obra mucho más que un libro: contribuyó poderosa y visiblemente a cambiar el rumbo de la historia y de las vidas particulares de muchas mujeres y de muchos hombres. Pero no sólo eso: trasformó, incluso, el modo de pensar y de pensarse de esos hombres y de esas mujeres, y dio lugar incluso a cambios importantes en el terreno de las ciencias sociales. De ese modo, La mística está basada principalmente en fuentes orales, en entrevistas, colocándose así, por la propia elección metodológica de Friedan, en un camino innovador en los estudios de género y en la historiografía, los cuales han seguido desde entonces utilizando las experiencias directas de las mujeres como fuente principal para el conocimiento de la subjetividad femenina y para el análisis general de los problemas de género en su contexto social. Al escuchar y plasmar sus voces, la historia que Friedan ha pincelado de la memoria de estas mujeres no es un recorrido por su opresión histórica, no es un cuadro de dominadores y dominadas, sino que parte de la necesidad que tienen estas mujeres de conquistar un papel propio transformándose de objeto a sujeto en la historia.
Este enfoque convierte al libro no en una historia de opresión sino de reivindicación positiva de una nueva subjetividad femenina, y este vuelco ha abierto caminos inusitados a nuevas actitudes y nuevas aproximaciones en la teoría y en la práctica feminista, así como en la metodología y la escritura de la historia de género: no se trata tanto, pues, de insistir en la oprobiosa ausencia de las mujeres en la historia cuanto de recuperar   su activa aunque velada presencia en la misma. De hecho, una de las partes más bellas del libro es aquella en que narra la historia de las primeras feministas y de sus luchas, ahora leídas bajo el extraño estupor de los derechos ya adquiridos, y donde cuestiona todo un conjunto de tópicos muy ligados a sus vidas y personas: esas primeras feministas, nos cuenta, no fueron solteronas ni hambrientas sexuales, sino que "amaron y fueron amadas (...) en una época en que el apasionamiento erótico de la mujer estaba tan prohibido como la inteligencia".
Según la propia autora, la expresión "mística de la feminidad" se emplea para describir un conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca de la feminidad que obstaculiza el compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres en su sociedad. Esta "castrante" imagen de lo femenino ha sido en buena medida fomentada por Freud y el psicoanálisis, que ven en la neurosis femenina y en los intentos de autonomía o éxito profesional por parte de las mujeres un síntoma inequívoco de su "envidia del pene", es decir, de su incómoda conciencia de inferioridad respecto del hombre y su consecuente inadecuación a su rol de mujer. Lo revolucionario del libro es que desentraña el mecanismo por el que esta bonita mentira se ha arraigado y mantenido en el imaginario colectivo tanto tiempo y a pesar de sus devastadores efectos sobre toda la familia: una mentira que Friedan ve emerger de las teorías psicoanalíticas pero que persevera e invade todos los ámbitos por obra de un discurso generalizado en la esfera pública y, muy especialmente, por las revistas femeninas de entonces y la publicidad. En este momento, el ama de casa se ha convertido en un agente económico de vital importancia no sólo por su papel a la hora de abastecer el hogar sino, sobre todo, porque su insatisfacción vital es conocida y aprovechada por los expertos en campañas publicitarias para venderle todo tipo de objetos con los que intenta subsanar su vacío existencial. Al identificar los factores económicos que están detrás del auge de la mística de la feminidad Betty Friedan inaugura una forma de feminismo que, como ya se apuntaba, no encuentra en el hombre una voluntad de dominio de la cual sea fruto la mentalidad patriarcal, sino que la mística es el resultado de un sistema económico que invade todos los ámbitos de la realidad social.
En resumen, el pensamiento de Betty Friedan ha contribuido enormemente al cuestionamiento de una "naturaleza" femenina ligada a la asunción de responsabilidades familiares como el cuidado de los hijos, los ancianos y los enfermos, así como a su exclusión de todo poder social y político.
 
***Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/friedan.htm
  
***Fuente: http://e-archivo.uc3m.es/  

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